Aconcagua 1994, 25 años de una gesta fabulosa
Anivesario | Bodas de plata del ascenso al techo de América (6.959 metros) del navarro serafín Zubiri, el aragonés Javier Sainz de Murieta y el leonés Alfonso Fidalgo, los tres invidentes.
Pamplona - El 15 de enero de 1994, una cordada de ocho personas, encabezadas por el navarro Mari Ábrego, hacían cima en el Aconcagua, la montaña más alta del continente americano, pero aquella misión, de la que ahora se cumplen 25 años, fue muy especial por un motivo: tres de los montañeros eran ciegos.
Aquella expedición, patrocinada por la ONCE (Organización Nacional de Ciegos Españoles), estuvo compuesta por Mari Ábrego, Óscar Lizoain, Carmelo Larumbe, Josema Casimiro y Javier Garayoa (médico), que guiaron hasta la cima a tres montañeros ciegos: el navarro Serafín Zubiri (su hermano, Óscar Lizoain, también formó parte del grupo que hizo cumbre), el aragonés Javier Sainz de Murieta y el leonés Alfonso Fidalgo.
La ascensión se inició el 27 de diciembre de 1993 y el 15 de enero de 1994 alcanzó el punto más del Aconcagua (6.959 metros), ubicado en la frontera de Argentina con Chile.
Uno de los miembros de la expedición, el también navarro Josema Casimiro, nunca olvidará aquella ascensión. “Los recuerdos son bonitos e interesantes porque fue una experiencia enriquecedora para todos”, comenta en la conmemoración del 25º aniversario de aquella gesta en la montaña.
“Son de estas aventuras que, si no es por ese espíritu que tenía Mari (Ábrego) de hacer cosas nuevas y diferentes, seguramente no se habría llevado a cabo. Esas eran las ocurrencias de Mari, de llevar ese tipo de locuras a buen término”, afirma Casimiro, que fue, junto a Ábrego, el primer español en coronar el K2, la segunda cumbre más alta del planeta con 8.611 metros, en 1986.
Los tres ciegos “tenían una forma física espectacular, eran unos fenómenos”, destaca. Y no exagera. El cantante navarro Serafín Zubiri es famoso por haber participado en el festival de Eurovisión de 1992, pero no menos conocida es su faceta de deportista. En atletismo, fue récord de España en 1.500 metros y campeón en 800 metros en los campeonatos para ciegos organizados por la ONCE, y ha corrido numerosos maratones, entre ellos los de Madrid, Nueva York y La Habana. En ciclismo en tándem, ha participado en varias de las pruebas populares más importantes del calendario: Irati Xtrem, Quebrantahuesos, La Induráin, Larra-Larrau, Pamplona-Pamplona y Treparriscos. También consiguió terminar en dos ocasiones la Titan Desert, un rally de ciclismo de montaña que está considerado como una de las cinco pruebas más duras del mundo.
Sus dos compañeros de ascensión no le iban a la zaga. Sainz de Murieta fue subcampeón del mundo de judo en Ámsterdam en 1989 y Fidalgo es un lanzador de disco, peso y jabalina que ganó seis medallas en los Juegos Paralímpicos de Verano entre los años 1992 y 2000, además de varios campeonatos de Europa.
Esa buena forma física, asegura Casimiro, fue fundamental para el éxito de la misión: “El Aconcagua nunca es fácil, primero porque tiene casi 7.000 metros de altura, las condiciones de frío son muy extremas y, aunque la ascensión no es técnicamente difícil, esa pequeña dificultad que tiene hace que mucha gente se estrelle allí, porque suben muy rápido y el mal de altura al final les pasa factura”.
Durante la ascensión, los guías se colocaron en los tobillos aparatos que producían sonido para orientar a los montañeros ciegos y el material de escalada también estaba adaptado a estas circunstancias.
Aquella experiencia espoleó el amor por la montaña de Zubiri, Sainz de Murieta y Fidalgo, que también ascendieron al Mont Blanc (4.087 metros) el 2 de julio de 1994 y al Kilimanjaro (5.895) el 14 de julio de ese mismo año. De esta forma, coronaron los montes más altos de América, Europa y África.
Serafín guarda unos recuerdos “inmejorables, maravillosos” de la ascensión al Aconcagua: “La verdad es que fue una experiencia impresionante, que además marcó bastante mi vida en un sentido muy positivo. Yo siempre digo que hay un antes y un después de mi ascensión al Aconcagua, pero no solamente en el aspecto deportivo, sino en el aspecto humano y de crecimiento interior y personal. Es una de las cosas más importantes que he hecho en mi vida y de las que más orgulloso me siento”, explica.
El navarro recuerda bien el momento en el que hicieron cima, un instante en el que tuvo “una sensación de plenitud, de compensación a un gran esfuerzo que veníamos haciendo ya desde un año antes con los preparativos y entrenamientos. Y, sobre todo, una satisfacción personal de haber sido capaz de conseguir un reto”.
Los participantes en aquella aventura de hace 25 años se reunieron este pasado fin de semana en Pamplona para comer juntos y asistir a la proyección del documental que se grabó en el Aconcagua, una cita a la que no pudo asistir Mari Ábrego, que falleció el 19 de abril de 2018 a los 73 años. Sin embargo, en realidad también estuvo presente en la reunión porque “él siempre estará con nosotros, en nuestro recuerdo”, confiesa Serafín.
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