jueves, 10 de diciembre de 2009

La realidad de la Electrónica marca del siglo XXI

 


Polarización Cero: CQ Radio




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En una aproximación grosera, parecería que la electrónica podría ser el signo que marcará el Siglo XXI. Electrónica en casa, en el coche, en el reloj de pulsera, en el teléfono que levamos en el bolsillo. La electrónica lo domina todo y muchas cosas dependen de un conjunto de diodos y transistores enlazados entre sí y encerrados en una cápsula. Gracias a la electrónica, mi coche




mantiene una temperatura interior confortable, enciende las luces al entrar en un túnel, pone en marcha el limpiaparabrisas en cuanto caen tres gotas de lluvia y ajusta su velocidad automáticamente a un toque de tecla. Y si queremos llevar los automatismos a nuestro hogar, las opciones son casi inimaginables: persianas que ajustan el nivel de luz interior, neveras que detectan cuándo nos quedan dos iogures y envían el pedido al supermercado, luces que se encienden al entrar en una habitación y se apagan cuando salimos. Y todo gracias a la combinación de la electrónica, la sensórica, los automatismos... y las comunicaciones.


Y éstas son, en realidad, las que marcan la diferencia de nuestra sociedad actual con cualquier otra que haya poblado la Tierra en cualesquiera otros tiempos. Comunicaciones universales, instantáneas, a tal punto que han hecho verdad la idea de la "aldea global" que imaginara Marshall McLuhan en 1967.


Nada, o casi nada, ocurre en nuestra Sociedad de la Información sin que inmediatamente sea conocido en el otro extremo del mundo. Cualquier suceso -y si es trágico, ' mejor", desgraciadamente- llena las páginas de los periódicos y las pantallas de televisión de todo el mundo, que ofrecen la misma fotografía, las mismas caras y, casi, iguales comentarios. Y esas comunicaciones son posibles gracias a la electrónica. Y la electrónica debe la mayor parte de su desarrollo a las comunicaciones, en una simbiosis única.


Los radioaficionados sabemos bien de esa combinación: electrónica, comunicaciones y software. Quienes de jóvenes nos sentimos inclinados a explorar el mundo de las comunicaciones por la radio, debimos aprender forzosamente electrónica -ni que fuera a nivel elemental- para poder comprender el funcionamiento de los aparatos que se usaban en las comunicaciones por radio; y luego debimos aprender los rudimentos de la programación de ordenadores para aprovechar las oportunidades que esa tecnología ofrecía para crear nuevas modalidades de comunicación, para seguir montados en el caballo desbocado del desarrollo tecnológico.


Y si esto es así, si las comunicaciones y la electrónica dominan de modo tan absoluto la vida ciudadana, ¿cómo es posible que entre nosotros sólo un reducido porcentaje do los jóvenes en edad do escoger una carrera elijan los estudios do ingeniería electrónica? Las dos generaciones anteriores de ingenieros y técnicos en electrónica y comunicaciones se alimentaron, en una elevada proporción, de radioaficionados. Muchos de mis colegas y amigos "del ramo" comparen esa circunstancia. En los laboratorios y gabinetes de ingeniería de las fábricas se encontraban excelentes profesionales que se habían iniciado con montajes caseros de equipos de radio.


La práctica de la radioafición, en cualquiera de sus variantes, nos permitió realizar lo que también McLuhan definió como "la extensión de la persona". Es decir, prolongar la propia personalidad hacia más amplios horizontes, conocer otras personas, otras costumbres y otras lenguas que las de nuestro inmediato entorno. Las nuevas generaciones tratar actualmente de realizar esa función a través de los teléfonos personales e Internet. En la Red podemos encontrar innumerables ejemplos de esa "prolongación" en millones de páginas web, entradas de Facebook y rincones de blog donde otros tantos internautas se exponen a las miradas -y a la crítica- de otros internautas llevando a la práctica que "el medio es el mensaje", aunque ese mensaje tenga en muchos casos sólo un valor marginal. No creo que se haya ganado en profundidad, sólo es extensión, superficie, una película delgada que cubre una enorme mediocridad.



Xavier Paradell, EA3ALV



*NOTA: Texto publicado en la editorial (Polarización cero) de CQ Radio número, 306 correspondiente al mes de diciembre 2009.






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