Polarización Cero: CQ Radio
Cómo la presencia de radioaficionados refleja la salud económica y política de un país
En multitud de ocasiones y en relación con nuestra propia apreciación de circunstancias ajenas, hacemos uso de «indicadores». Así, por ejemplo, el color del rostro y el brillo de los ojos de una persona nos pueden dar una idea, a menudo bastante exacta, de su estado de salud. En una dimensión más amplia, apreciamos si una ciudad ofrece unas condiciones de vida acogedoras examinando su nivel de limpieza, iluminación, ruido ambiente, contaminación del aire, facilidades de transporte, seguridad, etc. Y de igual modo, una serie de indicadores, sociales, económicos y políticos entre los que se cuentan el porcentaje de analfabetismo, la mortalidad infantil, la esperanza de vida media y el respeto a los derechos fundamentales de la persona, entre otros, nos permiten evaluar el estado de desarrollo y/ o bienestar de un país entero.
Y todo ello, en ocasiones, sin necesidad de entrar a fondo en las circunstancias personales de ningún colectivo; es decir, la sola observación de uno solo de los indicadores nos permite juzgar, con el grado de error que ese juicio subjetivo implica, si esa persona, esa ciudad o ese país responden a nuestros esquemas de bienestar. Un país asolado por el hambre o sojuzgado por una dictadura no son, a buen seguro, un lugar en el que nos sentiríamos a gusto.
Los lectores de más edad recordarán sin duda cómo en nuestro propio país la reinstauración - ya hace de ello más de medio siglo- de las licencias de radioaficionado (concesiones, entonces) coincidió con el inicio de un cambio apreciable en las condiciones internas - y en la consideración externa- de la vida de los españoles. Y ahí hay un indicador sobre el que me permitiré extenderme.
No creo haberlo visto en ninguno de los estudios del Banco Mundial, ni en las estadísticas de ninguna de las agencias de las Naciones Unidas, pero estoy firmemente convencido de que el número y calidad de sus radioaficionados constituye un indicador bastante fiable del estado de desarrollo, tanto económico como político, de un país. Y aún más: no tan sólo del grado alcanzado por esos parámetros, sino del estado de esperanza de sus habitantes, e incluso de sus dirigentes, en un futuro mejor. Los ejemplos son innumerables. Un sucinto repaso mental a algunos de los países más desarrollados, tanto económica como políticamente, nos llevará a cotejar que albergan entre su población a un elevado porcentaje de radioaficionados y que esos radioaficionados son activos, progresistas... y disciplinados.
Y en la orilla opuesta tenemos, desgraciadamente, algunos ejemplos de cómo la ausencia -o la precariedad- de un colectivo de radioaficionados en un país es, demasiado a menudo, síntoma de que las «cosas» allí no están funcionando con sus propios habitantes desearían. Bien sea por reales y profundos problemas económicos o por circunstancias políticas, a menudo de orden puramente interno, tenemos en la lista de entidades del oxee algunos países en los que ese indicador es profundamente negativo. ¿A qué se deben, si no, los problemas para obtener una licencia de radio en Yemen, o la súbita (no inesperada) suspensión de la única licencia concedida en P5? El temor o la desconfianza en la labor de los radioaficionados no son sino un reflejo de la desconfianza de los dirigentes en el pueblo al que dicen servir.
Xavier Paradell, EA3ALV
*NOTA: Texto publicado en la editorial (Polarización cero) de CQ Radio número 230, correspondiente al mes de febrero 2003.